La invasión del capital en todos los espacios sociales, aun los más recónditos, es parte de una historia sin pausa que va más allá de siglo y medio. En los hogares se materializa, p.ej., en los cambios en las formas de preparación de alimentos y lo que está encima de las mesas cotidianamente. En información publicada en la Gaceta de la UNAM (28 octubre 2019), se señala: “En promedio, una familia mexicana destina 10 por ciento de sus ingresos totales a la compra de refrescos, 24 por ciento a otros alimentos y bebidas” (Florence L. Theodore, del Instituto Nacional de Salud Pública). Así, México ocupa el primer lugar en el mundo, por encima de nuestros vecinos (¿ex?) distantes, con un consumo promedio de 163 litros por persona al año.
Considerando que es un dato que oculta las disparidades, hay personas que toman generalmente agua y otras que se acercan a los 200 litros de bebidas azucaradas al año. No se aparta esto del efecto letal por obesidad y diabetes en el contexto de la pandemia, por un lado, y del crecimiento desmesurado en el consumo de productos industrializados, que según diversos estudios se puede observar en el paso, en el último medio siglo, de 5% de basura no biodegradable, a más de 50% de productos no biodegradables, por otro. Cualquier vistazo en los contenedores de basura confirma lo señalado.
Lo que pasa en la mesa de los hogares también acontece en los guardarropas. Las prendas de vestir que hace algunos años se cosían o se parchaban, para continuar en uso, ahora su destino es convertirse en basura o en trapos para realizar actividades de limpieza en el hogar. No es nostalgia, es simplemente registrar el peso de la producción de mercancías en lo ordinario. Podemos, a partir de lo expuesto, coincidir con H. Braverman: “Lo mismo que con la comida sucedió con la ropa, productos del hogar y de mantenimiento de la casa: el radio de la producción de mercancías se extendió rápidamente”. Se puede argumentar que esto es harto conocido; empero, no reparar en ello naturaliza hechos sociales.
En los hogares están presentes los productos industrializados (el capital). En un ejercicio de introspección en las viviendas, adentrémonos en lo que aporta el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) en este sentido.
El porcentaje que está por encima del 100% alude a la presencia de más aparatos dentro de las viviendas, que específicamente refiere a la telefonía móvil. Apreciando estos datos en una gráfica, considerando solamente la tecnología ligada a la comunicación, podemos distinguir una caída en el relieve de la radio y un crecimiento exponencial de computadoras, laptop o tablet (el dato en 2019, de la Encuesta Nacional sobre Disponibilidad y Uso de TIC en Hogares, del INEGI, apunta que 44,3% de los hogares contaban con computadora, que difiere del dato censal), y de la telefonía celular.
La presencia de la tecnología en los hogares ha modificado los patrones de consumo, afianzando la distribución “convencional” de las tareas domésticas, con influencia importante en la disminución de los tiempos de actividad en los hogares, con un correlato central: se facilita una mayor incorporación de fuerza de trabajo al mercado laboral. Con esto último podemos señalar que, sin que nos percatemos, en nuestras prácticas sociales en el hogar, en lo cotidiano, hay una lógica del capital en los usos de los artefactos tecnológicos en relación con los tiempos, en donde está presente la máxima “del tiempo es oro” y la edificación de un “sentido común”. Quizá esto es parte de la pista que traza Deleuze: “Es sencillo buscar correspondencias entre tipos de sociedad y tipos de máquinas, no porque las máquinas sean determinantes, sino porque expresan las formaciones sociales que las han originado”
Sin determinismo tecnológico, sí como tendencias, ¿el diseño del conjunto del equipamiento tecnológico tenía esos objetivos, fortalecer la presencia del capital modificando patrones de consumo y mundos de vida, a la par de disminuir el tiempo de trabajo necesario para realizar ciertas tareas, modificando las condiciones materiales y subjetivas para ensanchar la fuerza de trabajo?